El 4 de Febrero 2023, tras desayunar como
señores en Cangas de Onís e incluso algunos tomar buena nota de cómo el
repostero hacia los milhojas, nos dirigimos al Restaurante “Rio Dobra” para
iniciar la ruta prevista.
En el Puente Viejo Medieval del Rio Dobra,
punto de inicio y fin del primer tramo de nuestro recorrido no pudimos evitar
pararnos a hacer unas cuantas fotos pues la neblina y la helada, que en ese
momento nos rodeaban, creaban un ambiente muy bucólico que quisimos
inmortalizar. De camino al pueblo de Vis y al mirador de Cuadapipu el sol ya
iluminaba el sendero, les cuerries y los arboles que lo flanqueaban permitiéndonos disfrutar
del camino y quitar alguna de las
prendas que hasta ese momento no nos sobraban.
Cuando llegamos al mirador de Cuadapipu, para contemplar las hermosas vistas y tomar el tentempié, ya estaba totalmente despejado de modo que pudimos ver perfectamente a lo
lejos la Olla de San Vicente y aprovechamos para hacer panorámicas, videos… e
intentar que en la misma foto se vieran la Olla de San Vicente y los montes
nevados de modo que algunos prescindimos sin problema del tentempié.
De vuelta al pueblo de Vis, tras conseguir
que nadie resbalara en la cuesta que aún estaba helada, volvimos a reparar en
las sartenes que estaban colgadas de un poste de la luz con curiosos mensajes
grabados en el fondo “Rdo. De la última vez, que llegué tarde a casa” (El
sufridor, Don Julio) y nos encaminamos hacia la ermita de Santiago donde las
vistas tampoco nos dejaron indiferentes y aprovechamos para hacer una de las
fotos de grupo.
Los hórreos, el lavadero, las sartenes, la
ermita… del pueblo de Vis captaron tanto
nuestra atención que a Argimiro le costó que reanudásemos el paso y de hecho
cada uno fue a su ritmo, obviando el supuesto tramo peligroso del que Argimiro
nos había advertido, ¡menos mal que solo
había un camino y no había opción de perderse!.
Desde el Puente Viejo a la Olla de San
Vicente el firme resulto un poco más complicado para algunos al tener que ir
saltando de piedra en piedra, pero sin duda mereció la pena contemplar las
aguas cristalinas de color azul turquesa del rio Dobra y poder llegar hasta la
Olla de San Vicente donde pudimos comer y descansar como “marajás” y contar con la compañia de un raitan y de un mendigo.
La vuelta hasta el Restaurante Dobra donde
finalizaba nuestra ruta de hoy curiosamente se nos hizo más corta a la mayoría
y al llegar pudimos escuchar con asombro que quienes habían optado por comer en
el restaurante se habían comido “uno tras otro” los 9 platos de las Jornadas de
la Matanza.
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